El lugar de donde nos visita, ¿existe?

9 de abril de 2008

En un minuto (los 360 pasos del amigo Segundero)

El reloj ya marca que no tengo sombra, y se desplaza tenaz el segundero seis grados para indicar que un nuevo minuto ha empezado y así la implacable labor de todas las piezas que componen nuestro tiempo, nuestro espacio, quizás (ya mi intelecto me impide saber si tal cosa existe o no) incluso nuestra dimensión entera. Si no nos vamos tan lejos nos damos cuenta que lo que nos rodea es como las piezas de un reloj, incluyéndonos a nosotros; todos trabajando, cooperando para que el tiempo pueda seguir. Doce grados más y el minuto travieso que había comenzado está a dos segundos menos de culminar en otro hermano gemelo lleno de las mismas jugadas, pinturas, los mismos respiros, la misma repetición de todo. Claro está, la localización de dichos hechos será como siempre aleatoria, pues así le gusta jugar al tiempo. Avanza otros doce grados la plataforma circular del reloj y el segundero no para de temblequear como si tuviera algo mal, pero curiosamente así es como se supone que funcione, siempre y cuando encuentre energía que lo impulse.

Pronto se ve como un colibrí vuela orientado hacia una corola, o mejor dicho, en estos seis grados que acaban de transcurrir se puede ver como sus dos alitas audaces se desplazan unas cuantas veces en una repetición que le permite volar. Sigue transcurriendo el minuto y si se observa bien, se puede ver la saliva de un hombre siendo transferida a la boca de una mujer en una difícil tarea llamada “beso”, en la cual la lengua y los labios hacen las veces de carretera para los gérmenes. Así los dos individuos se conectan como entrelazados por la red del Internet, sin importar el peligro de infecciones u otros resultados patógenos indeseables.

Continua la carrera del segundero y se va acercando a su destino final, que como en las carreras de carros es su mismo punto inicial. El segundero ya es una máquina sin control, similar a los autos de juguete corriendo en esas modernas pistas de Hot-Wheels, que los aceleran tanto que ya no se alcanzan a ver. Por supuesto este aumento de velocidad es relativo, pues como sabemos un minuto no puede transcurrir mar rápido o más lento porque si no se dejaría de llamar minuto. La pareja ha cesado de descargarse gérmenes mutuamente y ya parece que separan sus cabezas mientras el diminuto colibrí mueve otras cuantas veces sus alitas y ya casi llega a los pétalos y simultáneamente el segundero les trata de dar alcance a sus primos minutero y horario. Siguen transcurriendo los grados, los segundos y allá a lo lejos salen una a una las bacterias de la nariz de un caballero arrugado impulsadas por las catapultas del estornudo, al mismo tiempo que algunos (¡Cuidado señor, usted no puede verlos!) se quedan varados en las hebras canas del bigote. Un par de grados más y ya no se distinguen las bacterias porque la cabeza va volteando 360 grados emulando al segundero y ya todo se acerca al final de la carrera con el segundero ya casi llegando a su meta. De pronto se suma a la carrera una bala que avanza por aire, cortándolo a toda velocidad sólo para lograr su cometido antes que el minuto concluya y nuestro amigo el segundero vuelva a empezar y ya no sea nuestro amigo, sino otro, marcando otro minuto. La bala se abalanzó con un bramido, brotando del arma mientras se ve que grado con grado, luego segundo a segundo, se sale de la vista un automóvil dejando una leve estela de ruido y humo que se disipa luego de seis grados, un segundo.

Así se dirige ya casi sin interrupción, desplazando una ráfaga de aire que desvía ligeramente al colibrí, impidiéndole llegar a la flor a tiempo, dentro de los limites de Minuto, aunque sea por cuestión de un grado o dos. Sin embargo el trayecto de Bala no termina y ya sólo faltan treinta y seis grados para que Segundero llegue a la meta. En la recta final va ya Segundero listo para encontrarse con sus primos exactamente después de llegar mientras Bala avanza rápido, impactando en el pecho de Hombre y separando a Mujer de Hombre, justo en el momento en que Segundero logra su meta y deja olvidados los caminos recorridos para dar paso a un nuevo minuto (hermano gemelo del anterior) y llegar a encontrarse con sus primos algunos grados después de las 12:01, hora en la cual la P y la M se encuentran para dar inicio oficial a la tarde. Sin embargo queda atrás el legado del minuto anterior con la bala llegando a su meta, pero el colibrí sin su néctar, las bacterias del viejo ya en nuevas narices y la mujer sin un interlocutor para su beso inconcluso, habiendo apenas recuperado su sombra, la cual le tocaría acarrear sola por el resto de minutos que el reloj deberá marcar por delante. Y dado que el minuto se da por concluido, no queda nada más que decir ¡Feliz Minuto Nuevo! para todo aquello que todavía no se ha perdido.

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