¡Los Muchachos se van!
¡Los muchachos se van!... Un día, cuando ardió en las almas locas una ansiedad de viaje, se encendió en las pupilas el asombro alucinante de las sectas, y floreció en los corazones un afán de horizontes...
Irse, pasar, no estar, no sentir cómo las plantas andariegas se agarran con raigambre sutil a la tierra, no sentir cómo la dulce cadena del amor, del bienestar, de los cariños, no ata fuertemente al terruño...
Estar enfermo de destierro, de adiós, de lejanía... Delirar por las noches de plata que se hacen a la mar. Sentir hondas nostalgias por los largos caminos polvorientos... Y una tarde, alucinados, calzarse las sandalias peregrinas y requerir el báculo. Perderse en los brumosos lejos, sin ver cómo, a nuestra espalda revoloteaban los adioses sollozantes...
Y perderse. Y seguir... Ser el nómada loco de todos los caminos. No dormir dos veces bajo el mismo cielo. No dos veces la misma boca fragante. No beber dos veces en la misma fuente...
Enloquecer de crepúsculo bajo los pinares, cuando canta el viento sus locas sinfonías. Trinar un silbazo del camino, bajo la piadosa hermandad de las estrellas. Cantar locuras al compás de las tormentas, cuando la nave es un imposible, apenas una débil esperanza...
¡Así van hoy los muchachos!... Con los ojos ardidos de visiones, con el alma florida de esperanzas y cien canciones locas en los labios.
¡Adiós muchachos!...
Acaso un día, yo también rompa las amarras. Y cuando mi nave se cruce con las vuestras, cuando se corten, a través de la montaña, vuestro caminar y el mío, sabréis que fui yo el que pasó a vuestro lado por todas las locuras que cantará mi lengua.
Y será entonces en nosotros la vida. Será entonces el vivir pleno y fracasado... Sin añoranzas inútils y sin tardías quejas. ¿Y la Patria? ¡Bah! Allí donde boca joven nos diga: ¡Yo te amo! Allí donde unos ojos amantes nos alumbren, allí será la Patria...
Pedro Geoffroy Rivas
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